Ante todo me considero un amante de la
narrativa y, como tal, soy novelista por vocación, pero debo confesar algo. Mi
primer amor fue la Narrativa Gráfica, pero me di cuenta de que no reunía las
habilidades suficientes para mantener un romance con ella, así que la abandoné.
Rompimos nuestra relación pacíficamente, habiendo quedado como amigos con
derecho a roce. Mi nueva aventura con la Literatura proviene de remozar un
flechazo adolescente, mantenido en segundo plano. Este amor platónico se
convirtió en carnal cuando pensé que tenía algo que decir. Desde entonces nos
gozamos cada vez que tenemos ocasión.
Consideremos la anterior entrada en el
blog como una introducción y vayamos al primer tema, titulado:
¿Cómo
lo llamamos?
Los países anglosajones han exportado el término “comic”, que se ha adoptado por
algunas lenguas, sin debate alguno, por el prestigio de proceder de la Meca
actual de la Cultura y la Industria, como son los Estados Unidos, a los que,
además, se les considera –erróneamente sostengo yo– inventores del género.
La palabra cómic se ha llegado a identificar en nuestras tierras con las
narraciones gráficas, a fuerza de vaciarla de su significado originario, que no
es otro que “cómico” y, por tanto, no define la materia que tratamos. Bien
podría referirse a un tipo de teatro, de cine o incluso de narraciones
gráficas, pero resulta inapropiado para englobar obras como La Balada del Mar Salado, de Hugo
Pratt o Hellboy, de Mike
Mignola, por ejemplo. Pero, además, también está su divergencia con el idioma
castellano. Entre nosotros lo más común es que pronunciemos “cómiz” o “cómis”,
pues la “k” final es de articulación trabajosa, sobre todo el plural “ks”, y no
hay más que fijarse en cómo lo decimos para darnos cuenta de ello. Es decir, la
palabra cómic nos resulta advenediza.
¿Por qué no rechina en nuestro idioma la palabra
cómic? ¿No será que nuestra cultura minusvalora tanto esta forma de expresión
que no le preocupa cómo se llame? Pues me temo que es así y ahí está el quid de
la cuestión; con la denominación de cómico aceptamos que no tiene mucha
importancia y que nunca podremos tomárnoslo en serio, es algo para niños y
carente de pretensiones intelectuales. Los franceses, que lo aprecian más que
nosotros, lo llaman “bande dessinée”,
o “BD”, que significa tira
dibujada y no tira cómica. Al menos esto sí que lo es, aunque algunas
estructuras en páginas no mantengan la tipología de tiras dibujadas. Allá
ellos. Los italianos, también amantes de este arte, lo llaman “fumetti”, traspasando a la denominación
una de sus características más llamativas, como son los bocadillos, que ellos llamanfumetti o humitos. Allá ellos, también. Los
portugueses y brasileños suelen decir “quadrinhos”,
que se traduce por viñetas.
Tampoco está mal, porque también generalizan en el nombre uno de sus elementos
llamativos.
Pero no todos han tenido tanto respeto en el bautizo
de este lenguaje. A la denominación anglosajona detira cómica debemos sumar que los japoneses lo llaman “manga”, que viene a significar
dibujos caprichosos, dibujos irresponsables o simplemente garabatos. Los
mexicanos le dicen “monitos”,
¡que ya les vale! Y la denominación original en gran parte de Latinoamérica ha
sido tradicionalmente “historietas”,
al igual que en España. Aquí, además de historietas, se le ha llamado “tebeo” –homófona de “te veo”, por tanto– palabra que
engloba a todas las revistas con el nombre de una de las decanas y más
prestigiosas como lo fue el “TBO”.
Pero un tebeo, al igual que un comic-book,
es una revista y no el contenido de esa revista.
Queda evidenciado que, por su denominación, es norma
extendida de muchas partes del mundo minusvalorar a esos “dibujitos” que se
enmarcan en viñetas, destinados a los que no posean una lectura fluida.
Termino este breve, con
una recomendación, la cual quiero hacer habitual: El arte de volar, de Antonio Altarriba Ordóñez y Kim –Joaquim
Aubert i Puig-Arnau–, publicado por Edicions
del Ponen en 2009 y que obtuvo el Premio Nacional de Cómic en 2010.
Novela gráfica de carácter intimista en el que se repasa la vida del padre del
guionista –Altarriba– a través de recuerdos. El desencadenante es el
suicido del protagonista en el año 2001, y el mayor peso del argumento recae
sobre el período de guerra e inmediata postguerra, que formaron firmemente su
personalidad y cómo ésta acaba en el más puro desencanto, con separación
matrimonial incluida. A pesar de este protagonismo no se excluye el primer
periodo de su vida desde 1910 a la época de la residencia de ancianos donde
traba sus últimas amistades. A pesar de la tragedia que subyace en toda la
trama, no se cargan las tintas en sentimentalismos, sino más bien en trazar la
experiencia vital que explica la trágica decisión final, con la que
paradójicamente comienza una historia marcada por el fracaso y la frustración.
Los dibujos muy trabajados y detallistas de Kim –conocido por ser el autor
de Martínez el Facha en la revista de humor El Jueves– ambientan a la
perfección todo el escenario histórico. Una lectura muy recomendable, incluso
para quienes no estén habituados a la Narrativa Gráfica.
Creo que Narrativa Gráfica no puede triunfar nunca en nuestro idioma de España con lo vagos que somos, tendría que ponerlo de moda alguien muy relevante en los medios mayoritarios de comunicación. Es como ese invento "Lápiz óptico", que me temo que se quedará como pendrai o pendrive. Ojalá, como mal menor, triunfe el nombre simplista con el que lo llama mucha gente "pincho"; pero no sé si una palabra tan polisémica admite otro significado más. También puede que desaparezca porque haya un invento que los sustituya, ¿quién se acuerda de los discos blandos o disketes?. ¿quien recordará lo que era un cederom?
ResponderEliminarEl otro día oí por una calle de Candelario a un sevillano que hablaba por teléfono, y dijo "ya estoy enterado, me lo guaseó Miguel". Estos del Sur, a quiénes tanto gusta la guasa ya han inventado el verbo guasear, aunque los del norte, más finolis seguro que diremos "guasapear".
En cualquier caso, es imposible para estas cosas un concepto de dos palabras, por ejemplo correo electrónico en el habla es sólo "correo" (otra polisémica) y me parece que ha triunfado sobre email. Aunque sólo a medias porque aunque la gente la gente nos pregunta por nuestro correo y luego nos dice: "te lo mando por imeil".
La vida actual es como la canción de Pedro Guerra "Contamíname". Aunque ¡viva la guerrilla resistente a la aplastante mayoría!,
aplastante, aplastante ahg.....! Cómic
Bueno, yo no pretendo introducir una denominación nueva, sería demasiado presuntuoso, tan sólo me niego a un nuevo barbarismo, utilizando el sentido común. Yo soy un defensor del vocablo "pincho" y "correo electrónico", además de "tableta" (tablet) y acoso (bulling), por ejemplo. Me uno a tus palabras y las celebro: ¡Viva la guerrilla resistente a la aplastante mayoría!
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