La justicia social consiste en el reparto equitativo de los
bienes y derechos entre los habitantes del planeta Tierra —ya que aún no está
demostrado que exista vida inteligente fuera de este pequeño trozo de roca que
gira alrededor del Sol—. Es evidente que nunca en la Historia de la Humanidad
ha existido justicia social, pero lo peor es que no avanzamos nada en nuestros
días, pues se agranda la brecha entre ricos y pobres. Países ricos y países
pobres, ciudades ricas y ciudades pobres, barrios ricos y barrios pobres,
familias ricas y familias pobres.
Parte de la población se apodera de la propiedad de todo
bien material, no dejando ni las migajas a quienes tienen la desgracia de haber
nacido en un ambiente desfavorecido. Lo que determina la riqueza es la madre
que te parió. Si naces en familia rica, tienes todas las ventajas, las mejores
escuelas, los mejores estudios, las estancias en el extranjero para dominar
idiomas, los mejores ocios… Y si, por algún motivo, eres vago o torpe, tendrás
la ventaja del nepotismo para colocarte y chupar del bote.
Además, como los ricos tienen más poder —es decir, todo el
poder—, no solo diseñan este sistema que les favorece, sino que emplean todos
los recursos posibles para mantenerlo. Ellos son «los propietarios», porque
acaparan todas las propiedades, para que los pobres no puedan sino vivir de
prestado.
Nos aleccionan de que es mejor vivir en un piso de alquiler que
tenerlo en propiedad. ¿Dónde va a parar? ¿Es que estamos tontos? ¿Por qué
insistimos en ser propietarios de la casa en la que vivimos? Mi casa nunca será
mi casa. Los propietarios son ellos, los capitalistas, que compran, bien
directamente o a través de productos financieros de los fondos buitres, todos
los inmuebles existentes. Incluso los políticos de su cuerda les venden
aquellos que se construyeron con fines sociales, pasando a tener fines
especulativos. Esto quiere decir que un desfavorecido no puede tener la
propiedad ni de los setenta metros cuadrados —si llegan— en los que descansa
después de ganar el pan con el sudor de su frente. El que tiene esa suerte. Tu
casa no es tuya, es del propietario. El propietario es un ser sobrenatural, al
que tú no puedes comprender, que posee tu vivienda por la gracia de Dios y solo
con lo que le pagáis entre unos cuantos puede llevar una vida de rico. ¿De
dónde si no?
Pero con la vivienda no paran, como «somos ignorantes»
abusan: tampoco compres tu coche, ¿por qué si puedes alquilarlo —leasing
lo llaman—? Bobón, alquílalo y cada cuatro años estrenas. ¿Que no quieres
hacerlo? No te preocupes, no te va a quedar más remedio, pues tendrás que
alquilar las baterías de tu coche eléctrico —que en breve será obligatorio—.
Esas baterías que evitan que se contaminen las ciudades, a cambio de contaminar
los campos que producen la electricidad. Más tarde habrá que maravillárselas
—como decía Lola Flores— para deshacerse de ellas, igual que ocurre con los
residuos de las centrales nucleares. Pero eso lo harán los estados, o sea nosotros, no ellos.
Bueno, pues igual que tu casa y tu coche, alquila también tu
teléfono móvil, tu ordenador, lo que ves en tu tele, lava fuera de casa, pide
comida en lugar de cocinar, que te traiga la ropa que compres un esclavo —es
decir, alguien que trabaja y recibe a cambio poco más que la comida y una
habitación en un piso patera—. Luego, págalo todo de forma digital con tu
móvil, que la calderilla, el efectivo, va a desaparecer. Así no robas, ladón
—entiéndase que ellos «saben» que solo son ladrones los pobres—, que cada uno
va a tener a su nombre una cifra nominal «en la nube», donde se apuntarán sus
ingresos, que irán mermando según alquila casas y cosas.
Hoy en día lo auténticamente revolucionario —ojo, que no
quiero dar ideas a nadie— es no alquilar nada, lo compras, lo fabricas o lo
intercambias; hacerse uno la comida, sin encargar a otro esclavo comida basura;
negarse a identificarse con un código QR; reparar lo que se te estropea; vestir
a tu estilo y así no podrán decirte que tires esos horribles pantalones que ya
no se llevan.
Pero lo verdaderamente revolucionario es tu voto y, te advierto, liberalismo, neoliberalismo, nacionalismo y capitalismo piensan lo mismo: los ricos con los ricos y los pobres a alquilar, a pasar hambre o al ejército para defender a los ricos.
Buena reflexión
ResponderEliminarGenial. Buena lección. El que tenga ojos para ver que vea. Ópticas hay muchas.
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