domingo, 28 de noviembre de 2021

El castellano y sus peligros

En ciertos ambientes se empeñan en que el castellano —me refiero al idioma— está en peligro porque las autonomías bilingües tratan de marginarlo, pero esto es una patraña.

Como base de partida hay que precisar algo importante: en España, a nuestro idioma deberíamos llamarlo castellano y no español, porque la segunda denominación lleva implícita la exclusión de los otros idiomas españoles, como el euskera, el gallego o el catalán. España está compuesta por diversas culturas y naciones, en un régimen autonómico que podríamos definir como federal sin errar mucho. Es decir, todas las regiones que integran el país tienen un carácter igualitario en esencia y me produce urticaria la imposición de una parte sobre las otras, por muy castellano de pura cepa que yo sea. Esto solo fomenta el que los marginados no se sientan españoles, con consecuencias nefastas.

Entiendo que en el extranjero al castellano lo llamen español, pero es por ignorancia. Fuera desconocen nuestra historia y nuestra realidad. Lo entiendo, digo, pero no lo defiendo. Deberíamos esforzarnos por dar a conocer nuestra idiosincrasia y pedirles que lo llamen castellano. El ejemplo más claro para defender esta tesis lo tenemos en el Reino Unido, donde nació el idioma que allí se habla y este idioma es el inglés y no el reinounidense. Inglaterra no es más que una parte del país, como Castilla lo es de España.

Decir que las autonomías bilingües marginan el castellano es un gran despropósito, pues lo hablan correctamente todos sus habitantes, todos; mientras que en Castilla se desconocen y menosprecian las otras lenguas españolas. Además, el castellano es un idioma que, por vicisitudes históricas, es compartido por 500 millones de personas en todo el mundo. Los marginados, pues, son los idiomas minoritarios españoles, que son los que verdaderamente corren riesgo de desaparecer si no se mantienen unas políticas de protección y expansión.

En este sentido, no entiendo que quienes van a vivir a Barcelona, por ejemplo, por motivos laborales u otros cualesquiera, se nieguen a aprender el idioma y a que sus hijos hagan una inmersión en catalán en los centros educativos. ¿Qué problema hay? Tampoco entiendo que se opongan a que a las plataformas de televisión se las obligue a traducir series y películas a los idiomas minoritarios, ¿por qué? ¿Es odio o desprecio a unos compatriotas?

Si el castellano se ve amenazado de alguna manera, y lo cierto es que lo está, es a causa del inglés y de la pretensión de que todo el globo nos entendamos en el idioma de Shakespeare. Las influencias de este nos están colando anglicismos por un tubo, sustituyendo palabras que ya tenemos y expresiones que desvirtúan nuestra gramática. Si hay un enemigo dañino para el castellano es el inglés, no el catalán, el gallego o el euskera. Como no entendamos esto, lo tenemos claro.

Por dar solo una pincelada ilustrativa: hoy en día todo grupo musical que surge en España, no es nada si no ofrece sus composiciones en inglés. Y esto antes no era así. Uno, que ya tiene unas décadas de vida a sus espaldas, ha sido testigo de cómo en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado prácticamente toda la música de moda se cantaba en castellano. E incluso emergieron los cantautores que reivindicaban las lenguas de las autonomías. Pero, si hoy en día, en una televisión de emisión nacional, alguien canta en catalán, estoy seguro de que en muchos hogares mesetarios la carcunda vociferará improperios. Ojo, que si es en inglés no lo hará. Se ha llegado a la aberración de llevar a Eurovisión, por ejemplo, canciones con estribillos en inglés, e incluso totalmente cantadas en inglés, antes que participar con una bonita balada en euskera, un «lalalá» en catalán o un rocanrol en gallego.

¿Qué nos pasa? Así no hacemos país, deshacemos el país. Si no asumimos la belleza de las lenguas de nuestros compatriotas, si no las amamos, si no las ponemos en valor y las defendemos, somos insolidarios y estamos arruinando la convivencia. Acabaremos con España, salvo que lo sujete otra ominosa dictadura criminal.

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