Me educaron machista, pero la reflexión me ha llevado a
aceptar la igualdad real. Es más, pienso que se debe dar visibilidad a las
mujeres y me parece una compensación necesaria la discriminación positiva. En
fin, defiendo el feminismo sin reticencias y apoyo sus movilizaciones.
Que el castellano es un idioma machista, no tengo ninguna duda.
No hay más que recurrir a algún tópico, como que algo te resulte cojonudo o un coñazo. O las connotaciones que tienen muchas palabras, como fácil, o público/a, atribuidas a un hombre o una mujer. Es lógico que si el
idioma se ha conformado en una sociedad machista lo refleje, pero también es
lógico que nos demos cuenta e intentemos revertirlo. Contra esto sí que hay que
luchar y es posible hacerlo. Con educación y con medidas académicas y
legislativas. Estoy completamente de acuerdo en erradicar el machismo en el
lenguaje.
Atención, ahora viene el pero:
PERO esto no tiene nada que ver con el género gramatical.
Sí, el género gramatical no es equivalente al sexo al que se
refiere, por mucho que ambos se adjetiven como masculino o femenino. Una
palabra puede ser gramaticalmente de género masculino y referirse a una mujer. Y
viceversa (¿por qué será que esta
palabra me produce grima? ¡Ah, claro, la tele!).
Este matiz del género gramatical no es captado por muchos
hablantes y reaccionan duplicando innecesariamente palabras —trabajadores y trabajadoras— o fuerzan
feminizaciones sin sentido alguno —miembras—.
Una salvedad, sí que es lógico hablar de trabajadores y
trabajadoras, para hacer visible a este colectivo de mujeres, más discriminado
que el resto. Cuando no lo veo apropiado es cuando por ejemplo hablamos de los
trabajadores de una empresa determinada.
Una anécdota significativa. Hace tiempo nadie ponía en duda
que los padres (masculino plural) de un niño eran un hombre y una mujer, pero alguien
se escandalizó, pensando que no estaba incluida, en el genérico padres, la madre. Desde entonces la APA (Asociación de Padres
de Alumnos) pasó a denominarse AMPA y se quedaron tan satisfechos de haber
terminado con la injusticia secular. Preferían los chistes que podían hacerse
con la palabra homónima, hampa, que asumir que el género gramatical no tiene
por qué referirse al sexo de las personas a las que alude. Así se llega al absurdo,
ya que no fueron consecuentes, al no darse cuenta de esas siglas significaban Asociación
de Madres y Padres de Alumnos… ¡Horror, olvidándose de mencionar a las alumAS! Y al resto de los sexos (trans,
homo, etc.).
Lo único que demuestran estas patadas a la lógica y a la
razón es el poco respeto que los dicentes le tienen a su lengua materna. Es
como si nos dan miedo las avispas y matamos otros insectos, como las hormigas,
porque las tenemos más a mano y porque nos dan igual todos los insectos —hay
quien a las hormigas las llamaría insectas,
por cierto.
Pienso que debemos respetar un poco más el lenguaje y,
aunque comprendo lo de visibilizar a las mujeres, creo que se va por camino
errado en ciertas cuestiones. Se confunde el género gramatical con el sexo. En
género femenino se pueden hacer referencias a personas de sexo masculino, como
en las palabras: gente, (el) oculista... Y viceversa —¡maldita
telebasura!—, (la) conferenciante, (la)
miembro.
Si hablamos de una mujer concreta, es totalmente adecuado
referirnos a ella como jueza, pilota, arquitecta o médica. O a un hombre azafato, modisto… De acuerdo. Pero si generalizamos a un colectivo, veo absurdo
hablar de jueces y juezas, padres y madres, trabajadores y trabajadoras, cuando
se puede simplificar con el masculino generalista.
El problema fundamental deviene de que en latín existía el
género neutro, pero en el castellano esta función la tomó el género masculino,
generalizando en masculino las palabras colectivas que abarcaban a los dos
sexos.
Si el problema es que no existe el género neutro, solo veo dos
alternativas, lo inventamos —no pasaría nada— o dejamos las cosas como están.
La tercera vía sería generalizar en femenino, cosa que me parece fenomenal. Tal
vez es lo que toca. Hablemos de nosotras, cuando haya una reunión de personas
de ambos sexos. Cojonudo… digo, coñazo… digo… Mejor me callo.
Ya sé que lo que digo es políticamente incorrecto, y más
para gentes de izquierdas, entre las que me considero incluido, pero es que a
mí el miembras —y el portavozas—
me sonaron como una patada en los dientes y aún me duelen. ¿No se dan cuenta de
que la palabra VOZ es femenina? ¿Se quiere feminizar una palabra de raíz femenina?
¿Seguimos perdiendo el respeto a nuestra lengua? De acuerdo,
pues entonces olvidémosla, aprendamos todos inglés, que no tiene este problema,
y que el castellano se vaya a tomar por cula.
Me gusta mucho el artículo, comparto tu opinión y tengo los dientes tan desgastados de tanto rechinar que uso una férula de descarga por las noches. No sé si pusiste la palabra periodisto, que nunca ha sido reivindicada por los trabajadores de ese gremio/a. Nuestro lenguaje es hermoso naturalmente ya nos está costando quitar la tilde al solo. Además por mucho que acaparemos los hombres con la paternidad, nunca será tan hermoso/a ni podremos llegar a la maternidad (ni creo que nos dejen)
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