lunes, 13 de febrero de 2017

Nacer y morir

Solo hay nacer y morir, lo demás es cosa vana. Cuando llegó esta frase a mí, ya tenía medio escrita mi novela, que toma el título de ella. Se la oí en una conferencia al historiador Serafín de Tapia, que la había rescatado de unos documentos en boca de una judíoconversa del siglo XVI. La resignación que evidencia, procede de una mujer a la que le habían prohibido seguir con sus creencias, si no quería dejar su ciudad, a sus vecinos, su país y su proyecto de vida. Me pareció que la frase resumía perfectamente el espíritu de la novela y, en cuanto tomé la decisión de titularla “Lo demás es cosa vana”, no volví a dudar sobre el título, era ese con toda claridad.

Desde entonces he reflexionado mucho sobre su significado. Sólo hay dos certezas en la vida, que se nace y que se muere, al resto no debemos darle más importancia, pues no la tiene. Cuando me he enfrentado a algún reto vital significativo, me he preguntado ¿qué importancia tiene si voy a morir un día? Y me ha servido.

Pero, ¿cuándo nacemos? Nadie es consciente de ese momento. Yo tengo apenas dos recuerdos anteriores a los cinco años, dos imágenes, y son tan borrosas que incluso dudo de si no me las he inventado oyendo contar anécdotas a mis mayores. Dos, nada más. Ni siquiera me reconozco en las fotos de entonces. Después de eso, el primer recuerdo claro que tengo en mi vida es ser consciente de que estaba viviendo y me ocurrió ya con los cinco años cumplidos. Me miré la mano derecha, pequeña, regordeta de niño, bien formada y me di cuenta de que era mía y de que yo existía. Pensé que la mano era una herramienta con la que podía hacer cosas, que tenía toda una vida para desarrollar actividades con ella. Tengo la imagen tan clara, que ha sido recurrente a lo largo del tiempo y alguna vez he vuelto a mirar mi mano, para preguntarme si estaba cumpliendo mis expectativas.

Confieso que he sido creyente. Creyente sincero y convencido. Pero hace muchos años ya que decidí que no seguiría creyendo. Y fue eso, una decisión. La fe no es más que un acto de la voluntad. Se cree o no se cree porque se quiere. No hay más. Yo me di cuenta de que todas las religiones niegan a las demás y eso me presentaba un dilema moral, al pensar en esas pobres gentes que no creían lo mismo que yo, hasta que me di cuenta de que tal vez la pobre gente podría ser  yo, si ellos tenían razón. Pensé también que si Dios existía era muy cruel, porque no nos ponía las cosas claras. Si Jesucristo nació y fue humano, ¿por qué no dejó por escrito sus leyes? Era culto, sabía escribir, ¿por qué no nos dejó su firma? ¿Nos quería en un mar de dudas o no quería que creyéramos en una religión? ¿Por qué todas las religiones han nacido a través de intermediarios humanos? En cuanto la duda se asomó y profundicé en la ciencia histórica, me di cuenta de cómo las religiones manipulan a las personas.

Igual que no puedo dar testimonio de la existencia de Dios, tampoco puedo dar fe de su inexistencia. Me falta arrogancia para eso y tan solo me queda la esperanza, que no la fe.

Respeto totalmente a los que creen, pero no respeto a los que quieren imponer sus creencias, en el sentido que sea. Y exijo el respeto ante mi postura de ser no creyente. Hay que relativizar las creencias, pues no tienen importancia alguna, ya que no se basan en nada sólido, sino en la voluntad arbitraria. En el auto convencimiento. Y por ello deben quedar en la vida privada, sin hacer ostentación por respeto a los demás. En el mundo globalizado en el que vivimos la convivencia solo es posible en el laicismo, con el máximo respeto a las creencias de los demás, mientras éstas no sean denigrantes o injustas.

Ante la muerte cierta, que ya me está esperando a la vuelta de la esquina al haber consumido la mayor parte de mi vida, estoy a las puertas de mi segunda gran verdad. Ya que nací, moriré y lo demás no importa.

3 comentarios:

  1. Extraordinario texto, Cristóbal. Está lleno de verdad contenida en esas dos certezas, principio y fin, nacer y morir. Brilla en cada línea un contenido inteligente, humano y, lo más importante: respeto, algo que en los tiempos que corren no suele abundar. Eso te hace grande. Felicidades. Un abrazo.

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  2. Muchas gracias por tus palabras, Alejandro. Un abrazo.

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  3. Quizás no haga falta una religión para creer... Pero eso es otra historia, supongo.

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